Dios se revelará de nuevo a Abraham cerca del encinar de Mambré, y tres ángeles misteriosos le prometen que Sara concebirá un hijo en su ancianidad. El Señor también le
confía a Abraham que las ciudades de Sodoma y Gomorra serán destruidas a causa de sus pecados. (Gn. 18,1-33.) Después de la intercesión de Abraham para evitar la inminente
destrucción, sólo se salvará Lot. (Gn. 19,1-29.)
EL PADRE DE TODOS LOS CREYENTES
Al año siguiente, Sara finalmente da a luz a Isaac (Gn 21,1-8), y obliga a Abraham a expulsar de su casa a la esclava Agar y su hijo Ismael, mandándolos al desierto. Abraham
se entristece mucho, pero el Señor le promete un gran descendencia también para su hijo Ismael. (Gn 21,9-14).
Un tiempo después llega el momento más dramático de la vida de Abraham: el Señor pone a prueba su fe cuando, incomprensiblemente, le pide que sacrifique a su amado hijo
Isaac, al que había esperado tanto tiempo y que el mismo Dios le había donado. En el momento mismo en el que Abraham está a punto de ofrendarlo, un ángel enviado por el
Señor detiene su mano, salvando la vida de Isaac precisamente por la inmensa fe y obediencia que ha demostrado su padre Abraham. El patriarca terminará sus días a los 175
años en la tierra de Canaán. De Isaac e Ismael descienden, respectivamente, las estirpes de los judíos y los árabes.
(Fuente:https://www.santopedia.com/
https://www.vaticannews.va/es/)