Lo que vendría después fue un camino marcado por la práctica de la caridad y una experiencia de libertad que jamás pudo alcanzar ni con las riquezas o el honor que solían
recibir los militares. Se sabe, no obstante, que aquellos dones y virtudes se perfeccionaron en la prueba: Adriano sería denunciado por su fe y sometido a terribles tormentos
después de ser apresado junto a algunos compañeros, con los que se dirigía a Cesarea a anunciar a Cristo.
A Adriano le tocó comparecer ante el gobernador de Palestina, Firmiliano, quien lo mandó azotar con garfios de hierro para después arrojarlo a las fieras, claro está, por no
haber aceptado la oferta de dejarlo en libertad si renegaba de su fe. Rechazado el indigno ofrecimiento, Adriano solo podía esperarle la muerte.
EL AMOR DE NATALIA
San Adrián logró sobrevivir a los ataques de un león, razón por la cual se decidió degollarlo. Su ejecución se produjo alrededor del año 309, en la antigua ciudad de Nicomedia,
reino de Bitinia (actual territorio de Turquía). Su esposa, Santa Natalia, lo acompañó en la hora de la prueba, dándole ánimo y consuelo.
En algunos lugares su fiesta se celebra el 8 de septiembre, día que corresponde al traslado de sus restos a la antigua iglesia -posteriormente desacralizada- de San Adriano en
el Foro, en la ciudad de Roma (Italia).
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