En Roma, conmemoración de san Pammaquio (Palmaquio o Pammaquio), senador, notable
por su preparación en lo relativo a la fe y por su generosidad hacia los pobres. Por su piedad
para con Dios fue fundado el título en el monte Celio.
En uno de los hombres de la órbita de san Jerónimo. Perteneció a la familia de los Camilos cuyas
posesiones en el
norte de Africa les hacían inmensamente ricos. Probablemente Pamaquio fue cristiano de toda la
vida. Recibió una
esmerada educación en retórica, elocuencia y literatura sagrada. Fue en la juventud compañero de
Jerónimo y mantuvieron
la amistad incluso más allá de la interrupción que supuso la marcha al desierto de Jerónimo en
el año 370,
fecha en torno a la cual pasa Pamaquio a formar parte del Senado.
Quizá no entendió del todo aquel brote de generosidad en la oración y posiblemente juzgó como
extremoso el rigor
de la penitencia que el grupo jeronimiano propiciaba con tanto énfasis. De hecho, bastantes
cristianos de Roma lo
juzgaron excesivo y criticaron abundantemente al santo, bien por error, bien porque la
incondicional actitud evangélica
de un pequeño círculo cristiano era una crítica muda para su cómoda mediocridad.
El caso es que contrajo matrimonio con Paulina, hija de santa Paula, aquella mujer asceta que
siguió junto con Eustoquia al santo penitente al desierto.
Con su olfato cristiano, Pamaquio detectó y puso de manifiesto los errores doctrinales de
Joviniano y tuvo la valentía de exponerlos con claridad al papa Siricio que se vió obligado
a condenar la herejía unos años más tarde, en el 390. Para poder hacerse con seguridad cargo de
los peligros que encerraba la enseñanza joviniana, se vio necesitado de recurrir
frecuentemente con consultas específicas a Jerónimo.
Nombre:
Pamaquio (Masculino)
Falleció:
En Roma, en el actual Italia
Celebración:
30 de agosto
A la muerte de Paulina por un mal parto, en el año 393, cuando llevaban solamente cinco años de
matrimonio, comenzó Pamaquio a desarrollar una caridad con obras altamente
llamativas. Organizó un banquete para los pobres; no lloró, sino que se dedicó a hacer; no se
lamentó, pero llenó sus días con obras de misericordia. Tomando lección de la Sagrada
Escritura, meditada a diario, se convenció de que la caridad cubre la multitud de los pecados.
Los cojos, ciegos, paralíticos y tullidos son los herederos de Paulina. Y como
las voces vuelan, continuamente se le ve por Roma acompañado de una nube de pobres a su
alrededor.
Este hombre de la caridad levantó en el puerto romano un hospital para atender a los
extranjeros, donde él mismo, con sus propias manos, curaba y atendía a los enfermos y
moribundos.
Quizá influyó en Pamaquio la clara y animosa ayuda de su amigo Jerónimo quien le dice por carta
que no se contente con "ofrecer a Cristo tu dinero, sino a ti mismo.
Fácilmente se desecha lo que sólo se nos pega por fuera, pero la guerra intestina es más
peligrosa; si ofrecemos a Cristo nuestros bienes con nuestra alma, los recibe de buena
gana, pero si damos lo de fuera a Dios y lo de dentro al Diablo, el reparto no es justo".
Preocupado no sólo por los cuerpos, sino principalmente de las almas, ejerció un ordenado
apostolado epistolar, escribiendo frecuentes y sólidas cartas dirigidas a los que administran
sus posesiones en Numidia y atienden sus tierras para sacarlos de la herejía de Donato que había
hecho estragos entre los cristianos poco cultos o débiles en la fe; fue una
labor altamente encomiada por Agustín de Hipona que le agradece su intervención en una carta
escrita en el año 401.
Murió en el año 410, poco antes del dramático saqueo de Roma.
Pamaquio permaneció seglar -laico- toda su vida, dando un testimonio claro de amor a Dios y de
coherencia de fe cristiana. Prestó servicio a la sociedad desde los más altos
cargos profesionales y administró rectamente los bienes patrimoniales no mirando sólo el
provecho propio, sino teniendo en cuenta las necesidades de sus contemporáneos. Un
ejemplo para la mayor parte de los fieles cristianos de todos los tiempos.