Y es el mismo Catecismo, en el No. 493, el que explicita la condición única de la Madre de Dios durante su vida:
«Los Padres de la tradición oriental llaman a la Madre de Dios "la Toda Santa" (Panaghia), la celebran "como inmune de toda mancha de pecado y como plasmada y hecha una
nueva criatura por el Espíritu Santo" (LG 56). Por la gracia de Dios, María ha permanecido pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida».
No obstante, María cumplió con el ritual establecido por la ley para la purificación de la mujer, incluso aceptó también que Jesús fuera circuncidado. Permaneció 40 días sin
dejarse ver, absteniéndose de entrar al templo y de participar en las ceremonias de culto. Luego se dirigió a Jerusalén con Jesús en brazos, entregó las ofrendas en acción de gracias
y, para su expiación, presentó al Hijo ante el sacerdote, quien lo ofreció al Padre Celestial. La costumbre obligaba a los padres a pagar cinco shekels a cambio de que el sacerdote
devolviese el bebé a los brazos de su madre. Eso sí, siempre era posible que Dios volviera a reclamarlo más adelante.
MARÍA, MODELO DE HUMILDAD
Cristo nos dio un ejemplo de humildad, obediencia y desprendimiento de sí mismo al someterse a las leyes de su pueblo.
María, de manera semejante a su Hijo, se somete a la ley y toma parte en la misión de Cristo: cumplir y darle plenitud a esa ley.
Fuente: https://www.santopedia.com/
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