Memoria de san Agustín, obispo y doctor eximio de la Iglesia, el cual, después de una
adolescencia
inquieta por cuestiones doctrinales y libres costumbres, se convirtió a la fe católica
y fue bautizado por [san Ambrosio de Milán]. Vuelto a su patria, llevó con algunos
amigos una vida ascética y entregada al estudio de las Sagradas Escrituras. Elegido después
obispo de Hipona, en África, siendo modelo de su grey, la instruyó con abundantes sermones
y escritos, con los que también combatió valientemente contra los errores de su tiempo
e iluminó con sabiduría la recta fe.
OBISPO DE HIPONA Y DOCTOR DE LA IGLESIA
San Agustín es doctor de la Iglesia, y el más grande de los Padres de la Iglesia, escribió
muchos libros de gran valor
para la Iglesia y el mundo.
Aurelius Augustinus nació el 13 de noviembre del año 354, en el norte de África. Su madre fue
Santa Mónica. Su
padre era un hombre pagano de carácter violento.
Santa Mónica había enseñado a su hijo a orar y lo había instruido en la fe. San Agustín cayó
gravemente enfermo y
pidió que le dieran el Bautismo, pero luego se curó y no se llegó a bautizar. A los estudios se
entregó apasionadamente
pero, poco a poco, se dejó arrastrar por una vida desordenada.
A los 17 años se unió a una mujer y con ella tuvo un hijo, al que llamaron Adeodato.
Estudió retórica y filosofía. Compartió la corriente del Maniqueísmo, la cual sostiene que el
espíritu es el principio de todo bien y la materia, el principio de todo mal.
Diez años después, abandonó este pensamiento. En Milán, obtuvo la Cátedra de Retórica y fue muy
bien recibido por San Ambrosio, el Obispo de la ciudad. Agustín, al comenzar
a escuchar sus sermones, cambió la opinión que tenía acerca de la Iglesia, de la fe, y de la
imagen de Dios.
Nombre:
Agustín (Masculino)
Celebran:
Agus , Agustín y Augus
Otros santos:
Otros santos con nombre Agustín
Nació:
En Tagaste, en el actual Argelia
Falleció:
En Hipona, en el actual Argelia
Celebración:
28 de agosto
Santa Mónica trataba de convertirle a través de la oración. Lo había seguido a Milán y quería
que se casara con la madre de Adeodato, pero ella decidió regresar a África y dejar
al niño con su padre. Agustín estaba convencido de que la verdad estaba en la Iglesia, pero se
resistía a convertirse.
Comprendía el valor de la castidad, pero se le hacía difícil practicarla, lo cual le dificultaba
la total conversión al cristianismo. Él decía: “Lo haré pronto, poco a poco; dame más
tiempo”. Pero ese “pronto” no llegaba nunca.
Un amigo de Agustín fue a visitarlo y le contó la vida de San Antonio, la cual le impresionó
mucho. Él comprendía que era tiempo de avanzar por el camino correcto. Se decía
“¿Hasta cuándo? ¿Hasta mañana? ¿Por qué no hoy?”. Mientras repetía esto, oyó la voz de un niño
de la casa vecina que cantaba: “toma y lee, toma y lee”. En ese momento, le
vino a la memoria que San Antonio se había convertido al escuchar la lectura de un pasaje del
Evangelio. San Agustín interpretó las palabras del niño como una señal del Cielo.
Dejó de llorar y se dirigió a donde estaba su amigo que tenía en sus manos el Evangelio.
Decidieron convertirse y ambos fueron a contar a Santa Mónica lo sucedido, quien dio
gracias a Dios. San Agustín tenía 33 años.
San Agustín se dedicó al estudio y a la oración. Hizo penitencia y se preparó para su Bautismo.
Lo recibió junto con su amigo Alipio y con su hijo, Adeodato. Decía a Dios: “Demasiado
tarde, demasiado tarde empecé a amarte”. Y, también: “Me llamaste a gritos y acabaste por vencer
mi sordera”. Su hijo tenía quince años cuando recibió el Bautismo y
murió un tiempo después. Él, por su parte, se hizo monje, buscando alcanzar el ideal de la
perfección cristiana.
Faltaban 9 años para que Agustín se convirtiera-
Deseoso de ser útil a la Iglesia, regresó a África. Ahí vivió casi tres años sirviendo a Dios
con el ayuno, la oración y las buenas obras. Instruía a sus prójimos con sus discursos
y escritos. En el año 391, fue ordenado sacerdote y comenzó a predicar. Cinco años más tarde, se
le consagró Obispo de Hipona. Organizó la casa en la que vivía con una serie
de reglas convirtiéndola en un monasterio en el que sólo se admitía en la Orden a los que
aceptaban vivir bajo la Regla escrita por San Agustín. Esta Regla estaba basada en la
sencillez de vida. Fundó también una rama femenina. Fue muy caritativo, ayudó mucho a los
pobres. Llegó a fundir los vasos sagrados para rescatar a los cautivos. Decía que
había que vestir a los necesitados de cada parroquia. Durante los 34 años que fue Obispo
defendió con celo y eficacia la fe católica contra las herejías. Escribió más de 60 obras
muy importantes para la Iglesia como “Confesiones” y “Sobre la Ciudad de Dios”.
Los últimos años de la vida de San Agustín se vieron turbados por la guerra. El norte de África
atravesó momentos difíciles, ya que los vándalos la invadieron destruyéndolo
todo a su paso.
A los tres meses, San Agustín cayó enfermo de fiebre y comprendió que ya era el final de su
vida. En esta época escribió: “Quien ama a Cristo, no puede tener miedo de encontrarse
con Él”.
Murió a los 76 años, 40 de los cuales vivió consagrado al servicio de Dios.
Con él se lega a la posteridad el pensamiento filosófico-teológico más influyente de la
historia. Murió el año 430.