DIMAS EN EL EVANGELIO
En las narraciones de la crucifixión de los Evangelios de San Lucas y San Mateo, se dice que Jesús, estando crucificado, fue blanco de insultos, afrentas y burlas provenientes
de la multitud, la soldadesca romana y los maestros de la ley judía.
Apenas lo acompañaban un discípulo suyo, Juan, la Virgen María y algunas otras mujeres. Solo el relato de Lucas describe la intervención de los ladrones con precisión:
"Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: '¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros'. Pero el otro, respondiéndole e increpándole, le decía: '¿Ni
siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha
hecho nada malo'. Y decía: 'Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino'. Jesús le dijo: 'En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso''' (Lc 23, 39-43).
NUNCA ES TARDE
Es claro que San Dimas, el buen ladrón, reconoció, en un acto de fe verdadera, al Hijo de Dios. Haberlo hecho lo condujo en seguida a admitir con humildad su pecado, y pedir
misericordia.
Dimas había quedado transformado por la presencia de Dios, haciéndose testigo irrefutable de la inocencia de Cristo. Se sabe manchado por sus culpas, mientras ve que en Jesús
no hay falta alguna. Al mismo tiempo, deja de pensar en la "salvación" que ofrece el mundo -no pide que lo bajen de la cruz-; no, ciertamente. Lo que quiere ahora es ir al cielo:
en el final de su existencia ha puesto la mirada en lo trascendente.
Por eso, Jesús, conmovido, le hará la más grande de todas las promesas: "En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lc 23, 43).
EL DELINCUENTE QUE CONFESÓ ANTE EL SEÑOR: UN SANTO SEGURO
Dimas nunca fue "canonizado" de manera formal por la Iglesia. Se le cuenta entre los santos porque ha sido la única persona a quien Jesucristo aseguró explícitamente que estaría
en el cielo, compartiendo su gloria.
Si bien no hay certeza sobre su nombre, sí la hay sobre su destino. Que haya vivido como ladrón o criminal para después acogerse a la misericordia del Señor, termina siendo
motivo de inspiración y de esperanza para todos los hijos de la Iglesia, porque somos pecadores.
Fuente:https://www.aciprensa.com/