En Hierópolis, ciudad de Frigia, san Abercio, obispo, discípulo de Cristo, buen Pastor, del cual
se cuenta que peregrinó por diversas regiones anunciando la fe, siendo alimentado con un místico
manjar (s. III).
Fue un Obispo de Hierápolis en la segunda mitad del siglo II y comienzos del III. Allí desempeñó su misión de pastoreo
de sus fieles, aunque trotó algo por el mundo también. Fue tan celoso de los intereses de Dios y tan enamorado
del bien para los hombres, que Dios lo utilizó como un apto instrumento evangelizador para transmitir fidelísimamente
la doctrina de Jesucristo. Resulta que a Dios le pareció conveniente para los hombres hacer, a través del santo
obispo de Hierápolis, obras a su medida, que lógicamente no son explicables para la inteligencia humana sin recurrir
a la fuerza de Dios. Como refieren las memorias que San Abercio hizo algunos de esos milagros y los racionalistas
no supieron encontrar una explicación a la medida humana, no sólo negaron los milagros afirmando que era una
invención, sino que llegaron incluso a negar la existencia de San Abercio. Y total, porque se enfrentó públicamente
contra los cultos idolátricos, destrozó los ídolos y salió ileso de su acción cosa que provocó la catequezación y bautismo
de muchos; porque dio la vista instantáneamente a una matrona ciega llamada Frigela; porque curó a cantidad
de enfermos y lisiados que recurrían a él en demanda de auxilio a entremedias de sus catequesis y porque, sobre
todo, expulsaba exitosamente y con relativa frecuencia al demonio de los posesos, entre ellos a la mismísima hija
del emperador.