DEL EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO
“Todavía estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban
de hablar con Él. Alguien le dijo: «Tu madre y tus hermanos están ahí
afuera y quieren hablarte».
Jesús le respondió: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y señalando con la mano a sus
discípulos, agregó: «Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo
el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi
madre»”. (Mt 12, 46-50)
NO TIENEN MÁS VINO
María, Mujer y Madre, no es ajena a las "carencias" de casa. En las bodas de Caná, se da cuenta de
que falta vino, e intercede ante su Hijo Jesús para que remedie la situación.
Lo que la mueve es la certeza de que nada es imposible para Dios, como le dijo el ángel en la
Anunciación. Jesús se resiste - "Mujer, aún no ha llegado mi hora", responde-; pero
luego cede. En Caná, María se revela como la creyente en Jesús, la que gracias a su fe provoca el
primer milagro de Jesús. El vino es el símbolo de la alegría, de la celebración,
de la felicidad; por eso, decir que no hay vino significa que al banquete de bodas le falta el
ingrediente por excelencia, la alegría. María se da cuenta y, mediante su intercesión,
provee para que el agua de la vergüenza, del miedo, se transforme rápidamente en la alegría de la
fiesta. Esto es lo que hizo en Caná, esto es lo que María, Nuestra Señora de la
Salud, hace con todos los que la invocan y se confían a ella.
LOS SIERVOS
Los que siguen el acontecimiento paso a paso son los sirvientes, que toman las tinajas, las llenan
de agua hasta el borde y, sorprendidos, se dan cuenta de que están repartiendo
vino. Y pasan de siervos a testigos: a través de la obediencia, se convierten en protagonistas de un
hecho del que todos hablarán y del que ellos son los primeros testigos. Ante
los signos que Dios sigue obrando en nosotros y a nuestro alrededor, también nosotros podemos pasar
de ser "siervos" a ser "testigos", narradores de las grandes cosas que Dios
puede hacer entre nosotros con nuestra humilde y frágil obediencia. Una experiencia que se hace
posible si somos obedientes a la orden de la Virgen María: «Hagan lo que Él
les diga».
REGALO Y COMPROMISO
En esta fiesta, la entrega de María a Dios se entrelaza con su compromiso de vivir la vida animada
por la fe, segura de que Dios mismo proveerá (Gn 22). Lo que para el hombre
parece imposible, se hace posible para quien cree en Dios y confía en la intercesión de María, Madre
de Jesús y Madre nuestra.
ORACIÓN A LA VIRGEN DE LA SALUD
Virgen Santísima
venerada por nosotros bajo el título
de Nuestra Señora de la Salud,
obtén para nosotros de Dios la salud
del alma y del cuerpo,
para que, purificados de toda culpa
y fortalecidos en el cuerpo,
podamos servirle cada vez mejor
todos los días de nuestra vida,
para que podamos merecer el premio eterno.
Amén.
Fuente: https://www.santopedia.com/