Memoria del papa san Pío X, que fue sucesivamente sacerdote con cargo parroquial, obispo
de Mantua y después patriarca de Venecia. Finalmente, elegido Sumo Pontífice, adoptó una
forma de gobierno dirigida a instaurar todas las cosas en Cristo, que llevó a cabo con sencillez
de ánimo, pobreza y fortaleza, promoviendo entre los fieles la vida cristiana por la
participación
en la Eucaristía, la dignidad de la sagrada liturgia y la integridad de la doctrina.
Nacido en una familia pobre, humilde y numerosa, Giuseppe Melchiorre Sarto vino al mundo el 2 de
junio de 1835
en Riese, Italia. Desde pequeño se mostró muy afanoso para los estudios, siendo esa inquietud la
que le llevaría a
aprovechar muy bien la enseñanza del catecismo. Por entonces, y desde que ayudaba al párroco
como monaguillo,
el travieso "Beppi" ya les decía a sus padres una frase que reiteraría con frecuencia: «quiero
ser sacerdote». Con el
tiempo este deseo que experimentó desde niño no haría más que afianzarse y madurar en un
ardiente anhelo de responder
al prístino llamado del Señor.
Así pues, en 1850 ingresaba al seminario de Padua, para ser ordenado sacerdote del Señor el 18
de setiembre de
1858. Su primera labor pastoral la realizó en la parroquia de Tómbolo-Salzano, distinguiéndose
—además de su
gran caridad para con los necesitados— por sus ardorosas prédicas. Por ellas el padre Giuseppe
atraía a muchas
"ovejas descarriadas" hacia el rebaño del Señor. Sus oyentes percibían el especial ardor de su
corazón cuando
hablaba de la Eucaristía, o la delicadeza y ternura cuando hablaba de la Virgen Madre, o
recibían también sus paternales
correcciones cuando se veía en la obligación de reprender con firmeza ciertas faltas o errores
que deformaban
la vida de caridad que debían llevar entre sí.
Ya desde el inicio de su sacerdocio Giuseppe daba muestras de ser un verdadero hombre de Dios.
El fuerte deseo
de hacer del Señor Jesús el centro de su propia vida y de la de aquellos que habían sido puestos
bajo su cuidado pastoral,
le llevaba a darlo todo y darse todo él a los demás. Ningún sacrificio era muy grande para él
cuando la caridad
así se lo requería.
Luego de trabajar en Treviso (1875 a 1884) como canciller y como director espiritual del
seminario, el padre Sarto sería ordenado Obispo para la diócesis de Mantua. Como
Obispo se distinguiría también —y de modo ejemplar— por la práctica de la caridad.
Nombre:
Pío (Masculino)
Celebran:
Los Pío suelen celebrar el 23-sep:
San Pío de Pietrelcina, el Padre Pío
Otros santos:
Otros santos con nombre Pío
Falleció:
20 de agosto de 1914 en Roma, en el
actual Italia
Celebración:
21 de agosto
SU PERSONALIDAD
Bernardo tenía un extraordinario carisma de atraer a todos para Cristo.
Amable, simpático, inteligente, bondadoso y alegre, incluso muy apuesto, pues sabemos que su
hermana Humbelina le llamaba cariñosamente con el apelativo de "ojos grandes". Durante algún
tiempo se enfrió en su fervor y empezó a inclinarse hacia lo mundano. Pero las amistades
mundanas, por más atractivas y brillantes que fueran, lo dejaban vacío y lleno de hastío.
Después de cada fiesta se sentía más desilusionado del mundo y de sus placeres.
LA VISIÓN QUE CAMBIÓ SU TRAYECTORIA
Una noche de Navidad, mientras celebraban las ceremonias religiosas en el templo, se quedó
dormido y le pareció ver al Niño Jesús en Belén en brazos de María, y que la Santa Madre le
ofrecía a su Hijo para que lo amara y lo hiciera amar mucho por los demás. Desde este día ya no
pensó sino en consagrarse a la religión y al apostolado. Un hombre que arrastra con todo lo que
encuentra, Bernardo se fue al convento de monjes benedictinos llamado Cister, y pidió ser
admitido. El superior, San Esteban Harding lo aceptó con gran alegría.
TODA SU FAMILIA GANADA PARA CRISTO
Bernardo volvió a su familia a contar la noticia y todos se opusieron. Los amigos le decían que
esto era desperdiciar una gran personalidad para ir a sepultarse vivo en un convento. La familia
no aceptaba de ninguna manera. Pero Bernardo les habló tan maravillosamente de las ventajas y
cualidades que tiene la vida religiosa, que logró llevarse al convento a sus cuatro hermanos
mayores, a su tío y 30 compañeros de la Nobleza que dejaron todo para unirse a Cristo . Dicen
que cuando llamaron a Nirvardo el hermano menor para anunciarle que se iban de religiosos, el
muchacho les respondió: "¡Ajá! ¿Con que ustedes se van a ganarse el cielo, y a mí me dejan aquí
en la tierra? Esto no lo puedo aceptar". Y un tiempo después, también él se hizo religioso del
Cister.
Antes de entrar al monasterio, Bernardo llevó a su finca a todos los que deseaban entrar al
convento para prepararlos durante varias semanas, entrenándolos acerca del modo de cómo debían
comportarse para ser unos fervorosos religiosos. En el año 1112, a la edad de 22 años, entra en
el monasterio de Cister. Mas tarde, habiendo muerto su madre, entra en el monasterio su padre.
Su hermana Humbelina y su cuñado, de mutuo acuerdo decidieron también entrar en la vida
religiosa. Posteriormente llegó también su hermana Humbelina a la gloria de los altares. Vemos
en la historia la gran influencia de las relaciones tanto para bien como para mal.
En la historia de la Iglesia es difícil encontrar otro hombre que haya sido dotado por Dios de
un poder de atracción tan grande para llevar gentes a la vida religiosa, como el que recibió
Bernardo. Las muchachas tenían terror de que su novio hablara con el santo. En las
universidades, en los pueblos, en los campos, los jóvenes al oírle hablar de las excelencias y
ventajas espirituales de la vida en un convento, se iban en numerosos grupos a que él los
instruyera y los formara como religiosos. Durante su vida fundó más de 300 conventos para
hombres, e hizo llegar a gran santidad a muchos de sus discípulos. Lo llamaban "el cazador de
almas y vocaciones". Con su apostolado consiguió que 900 monjes hicieran profesión religiosa.
Fundador de Claraval. En el convento del Cister demostró tales cualidades de líder y de santo,
que a los 25 años (con sólo tres de religioso) fue enviado como superior a fundar un nuevo
convento. Escogió un sitio apartado en el bosque donde sus monjes tuvieran que derramar el sudor
de su frente para poder cosechar algo, y le puso el nombre de Claraval, que significa "valle
claro" ya que allí el sol ilumina fuerte todo el día. Supo infundir del tal manera fervor y
entusiasmo a sus religiosos de Claraval, que habiendo comenzado con sólo 20 compañeros, a los
pocos años tenía 130 religiosos. De este convento de Claraval salieron monjes a fundar otros 63
conventos. (Trois Fontaines, Fontenay, Foigny, etc.,).
SU PREDICACIÓN
Le llamaban "El Doctor boca de miel" (doctor melífluo). Su inmenso amor a Dios y a la Virgen
Santísima y su deseo de salvar almas lo llevaban a estudiar por horas y horas cada sermón que
iba a pronunciar, y luego como sus palabras iban precedidas de mucha oración y de grandes
penitencias, el efecto era fulminante en los oyentes. Escuchar a San Bernardo era ya sentir un
impulso fortísimo a volverse mejor.
SU AMOR A LA VIRGEN SANTÍSIMA
Fue el gran enamorado de la Virgen Santísima. Se adelantó en su tiempo a considerarla medianera
de todas las gracias y poderosa intercesora nuestra ante su Hijo Nuestro Señor . A San Bernardo
se le deben las últimas palabras de la Salve: "Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen
María"., así como la bellísima oracion del "Acordaos" cuyo texto íntegro reproducimos en otro
apartado de este texto. Tal era su Amor a la Virgen que teniendo costumbre de saludarla siempre
que pasaba ante una imagen de ella con las palabras "Dios te Salve María", la imagen un día le
contestó "Dios te salve, hijo mío Bernardo".
Los que quieren progresar en su amor a la Madre de Dios, necesariamente tienen que leer los
escritos de San Bernardo por la claridad y el amor con que habla de ella. El pueblo vibraba de
emoción cuando le oía hablar desde el púlpito con su voz sonora e impresionante:
Si se levantan las tempestades de tus pasiones, mira a la Estrella, invoca a María. Si la
sensualidad de tus sentidos quiere hundir la barca de tu espíritu, levanta los ojos de la fe,
mira a la Estrella, invoca a María. Si el recuerdo de tus muchos pecados quiere lanzarte al
abismo de la desesperación, lánzale una mirada a la Estrella del cielo y rézale a la Madre de
Dios. Siguiéndola, no te perderás en el camino. Invocándola no te desesperarás. Y guiado por
Ella llegarás seguramente al Puerto Celestial. Sus bellísimos sermones son leídos hoy, después
de varios siglos, con verdadera satisfacción y gran provecho.
Así como también de entre sus numerosísimos libros y textos se halla el de unas reflexiones de
gran importancia llamado "La Consideración" leído por varios Papas, entre ellos el Papa Juan
XXIII.
En él propone una serie de consejos importantísimos para que los que están en puestos elevados,
no vayan a cometer el gravísimo error de descuidar la humildad y/o dedicarse solamente a
actividades exteriores descuidando la oración y la meditación. En una de sus reflexiones,
comenta:
"Malditas serán dichas ocupaciones, si no dejan dedicar el debido tiempo a la oración y a la
meditación".
Las dos ideas fundamentales que nos transmite San Bernardo son:
La mediación universal de la Virgen
La necesidad filial de invocarla en todas las circunstancias
VIAJERO INFATIGABLE
El más profundo deseo de San Bernardo era permanecer en su convento dedicado a la oración y a la
meditación. Pero el Sumo Pontífice, los obispos, los pueblos y los gobernantes le pedían
continuamente que fuera a ayudarles, y él estaba siempre pronto a prestar su ayuda donde quiera
que pudiera ser útil. Con una salud sumamente débil (porque los primeros años de religioso se
dedicó a hacer demasiadas penitencias y se le dañó el aparato digestivo) recorrió toda Europa
poniendo la paz donde había guerras, deteniendo las herejías, corrigiendo errores, animando
desanimados y hasta reuniendo ejércitos para defender la santa religión católica. Era el árbitro
aceptado por todos. Exclamaba: "A veces no me dejan tiempo durante el día ni siquiera para
dedicarme a meditar. Pero estas gentes están tan necesitadas y sienten tanta paz cuando se les
habla, que es necesario atenderlas" (ya en las noches pasaría luego sus horas dedicado a la
oración y a la meditación).
DESPEDIDA GOZOSA
Después de haber llegado a ser el hombre más famoso de Europa en su tiempo y de haber conseguido
varios milagros (como por ejemplo hacer hablar a un mudo, el cual confesó muchos pecados que
tenía sin perdonar) y después de haber llenado varios países de monasterios con religiosos
fervorosos, ante la petición de sus discípulos para que pidiera a Dios la gracia de seguir
viviendo otros años más, exclamaba:
"Mi gran deseo es ir a ver a Dios y a estar junto a Él. Pero el amor hacia mis discípulos me
mueve a querer seguir ayudándolos. Que el Señor Dios haga lo que a Él mejor le parezca".
Y a Dios le pareció que ya había sufrido y trabajado bastante, y que se merecía el descanso
eterno y el premio preparado para los discípulos fieles, y se lo llevó a su eternidad feliz, el
20 de agosto del año 1153. Tenía 63 años."
ANÉCDOTA
Le sucedió a San Bernardo, siendo muy joven, cuando todavía no había entrado en la vida
monástica. Bernardo era muy guapo, de porte elegante y alto.
En cierta ocasión, cabalgando lejos de su casa con varios amigos, les sorprendió la noche, por
lo que tuvieron que buscar hospitalidad en una casa. La dueña los recibió bien, e insistió en
que Bernardo, como jefe del grupo, ocupase una habitación separada. Durante la noche, la mujer
se presentó en la habitación con intenciones deshonestas. Bernardo, en cuanto se dio cuenta de
lo que se avecinaba, fingió con gran presencia de ánimo creer que se trataba de un intento de
robo, y con toda su fuerza empezó a gritar: -¡Ladrones, ladrones! La intrusa se alejó
rápidamente. Al día siguiente, cuando el grupo se marchaba cabalgando, sus amigos empezaron a
bromear acerca del imaginario ladrón, pero Bernardo, contestó con toda tranquilidad:
-No fue ningún sueño. El ladrón entró indudablemente en la habitación, pero no para robarme el
oro y la plata, sino algo de mucho más valor."