Cuando este lugar fue amenazado por los calvinistas, Nicolás hizo llegar varios discursos a sus conciudadanos, advirtiéndoles acerca de los errores del calvinismo. En particular
probó incuestionables argumentos sobre el dogma de la Real Presencia, demostrando ser una maravillosa extensión de la Encarnación, y no dejando nada que no se hubiese
hecho con tal de hacer retornar a la fe a sus hermanos.
Cuando la ciudadela de Gorkum fue tomada por Watergeuzen, los herejes detuvieron a los sacerdotes y religiosos, y los confinaron en recintos obscuros (véase GORKUM, LOS
MARTIRES DE). Durante la primera noche, los calvinistas especialmente mostraron su furia contra Nicolás. Llegaron a atarlo del cuello y luego de suspenderlo lo dejaron caer
al suelo.
Esta tortura se prolongó hasta que las cuerdas resistieron, y el mártir, apareciendo como sin vida, cayó al suelo. Entonces aplicaron como una antorcha, y mediante ella, fuego
a sus orejas, frente y barbilla. Le forzaron a abrir su boca, quemando su lengua y paladar. Trataban de determinar si aún estaba con vida para proseguir torturándole. Mientras
tanto, los dos hermanos de Nicolás estaban muy ocupados tratando de lograr que se liberaran a los cautivos.
Tal liberación fue prometida a ellos a condición de que los prisioneros renunciaran a la autoridad del Papa, y como nada hizo cambiar de opinión a Nicolás y sus compañeros cautivos,
fueron llevados a Briel, donde ganaron la corona del martirio. Nicolás y compañeros fueron beatificados por Clemente X, el 24 de noviembre de 1675, y canonizados por
Pio IX, el 29 de Junio de 1867.
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