Son escasos los datos históricos que nos han llegado de este santo obispo. Vivió en la provincia
romana tarraconense y se le sitúa en Barcelona hacia el año 300. Durante las persecuciones
de Diocleciano, San Severo es elegido obispo de Barcelona, pero debe huir ante la persecución.
No obstante, es capturado junto con otros sacerdotes y son hechos mártires en lo que hoy
es San Cugat.
En Barcelona, ciudad de Hispania, san Severo, obispo, que, según la tradición, obtuvo la corona
del martirio.
- Martirologio romano
No tenemos datos sobre su nacimiento e infancia. También se desconocen testimonios históricos de
su
acción pastoral, de su muerte y de su sepultura. Algún historiador ha llegado a negar, por estos
motivos,
incluso la existencia de San Severo.
Se conocen las actas de su martirio redactadas en tiempo posterior y con añadiduras e
interpolaciones,
habituales en este tipo de relatos de mediados del siglo VI. Es frecuente encontrar mezclas de
elementos
que bien pueden ser adecuados a la veracidad de los hechos con otros elementos apócrifos
provenientes
del cariño, respeto y simpatía con que los creyentes adornan con imágenes que, provenientes de
la fantasía
—por una parte convincentes y por otra parte ejemplarizantes—, acercan al momento presente la
personalidad del modelo del que se habla. Se incluyen en este tipo de relato aderezos que
pretenden
resaltar la Providencia de Dios complacido en la actitud decidida hasta la muerte del mártir o
del santo.
Al relator nos atenemos.
La época del acontecimiento está situada durante la persecución de Diocleciano, soliviantado por
el césar Galerio, que se propone, para depurar el ejército, eliminar del imperio
el nombre cristiano. El presidente Daciano, que centra su atención en quienes hacen cabeza para
escarmiento del pueblo, ha tomado muy a pecho la orden de exterminio.
Nombre:
Severo (Masculino)
Significado:
Austero, de origen Latín
Celebran:
Severo
Falleció:
En Sant Cugat del Vallès,
Barcelona, en el actual España
Celebración:
6 de noviembre
San Severo es obispo de Barcelona por el año 300. Se le conoce como un pastor entregado ejemplar y
completamente a su rebaño que ha sabido distinguirse por su celo y
fidelidad a la fe. Sabe que las órdenes de Daciano son tajantes en lo que atañe a poner por obra los
edictos del emperador. Piensa en un primer momento esconderse para
seguir ayudando a los fieles desde la clandestinidad y pasa al Castro Octaviano, al otro lado de la
montaña. En su marcha se encuentra con Emeterio, que siembra sus tierras y
a quien reconoce como cristiano. El obispo le anima a perseverar en la fe aún en la persecución
presente, encargándole de decir la verdad a sus perseguidores, en el caso de
que se presenten.
Al separarse —cándida narración—, Dios interviene haciendo que las habas del campo recién sembrado
crezcan y se pongan en flor. Al acercarse los soldados pidiendo información
a Emeterio, él les dirá: "ha pasado por aquí" y, cuando le pregunten por el tiempo contestará
enfáticamente: "cuando sembraba estas habas". El buen cristiano no ha
querido ofender a Dios con la mentira, ha obedecido a su obispo, y, al mismo tiempo, ha puesto los
recursos humanos para salvar la vida del fugitivo. Pero nada de esto
impide que los soldados, furiosos, se sientan burlados, lo apresen y lleven ante el tribunal del
presidente.
Donde hoy es San Cugat, son decapitados los sacerdotes acompañantes del obispo y Emeterio; se espera
la claudicación de Severo obispo a la vista de tanta atrocidad. Ante su
pertinaz resistencia en la tortura y en los azotes con látigos emplomados, un verdugo coloca un
clavo en su cabeza y otro sayón la atraviesa de un mazazo.
Bien hacen los barceloneses en honrar hoy la memoria de este obispo santo en la conocidísima y
barroca Iglesia de San Severo, cercana a la catedral. Antes que ellos, ya le
tuvo devoción el rey Fernando el Católico y, antes aún, el rey Martín de Aragón fue curado de
gangrena en una pierna próxima a la amputación.