Los enemigos de la religión acusaron a Daniel porque tres veces cada día se arrodillaba en la azotea
de su casa a adorar y rezar a Dios. En castigo fue echado al foso donde había
leones sin comer. Pero Dios hizo el milagro de que los leones no lo atacaran, y esto hizo que el rey
creyera en el verdadero Dios.
El joven se abstenía de tomar bebidas alcohólicas y de consumir alimentos prohibidos por la Ley de
Moisés, y Dios en cambio le concedió una inmensa sabiduría, con la cual
logró escalar los más altos puestos de gobierno hasta llegar a ser primer ministro bajo los
gobiernos de Nabucodonosor, Baltasar, Darío y Ciro. A su gran sabiduría, a su habilidad
para gobernar y a su santidad debe él que a pesar de los cambios de gobierno lograra conservar su
cargo durante el reinado de cuatro reyes.
Daniel recibió de Dios la gracia de revelar sueños y visiones. Soñó Nabucodonosor que estaba viendo
una estatua inmensa con cabeza de oro, pecho de plata, piernas de hierro
y pies de barro y que una piedrecita se desprendía del monte e iba creciendo hasta llegar y chocar
con la estatua y volverla polvo. Y Daniel le explicó que este sueño significaba
que vendrían varios reinos en el mundo, uno muy rico, como de oro, otro menos rico, como de plata, y
un tercero muy fuerte como de hierro y otro más débil como de barro, y
que la verdadera religión, que al principio sería muy pequeña, iría creciendo hasta lograr dominar
todos los reinos. Esto se ha cumplido con la religión de Cristo que empezó
siendo tan pequeñita y ahora está extendida por todo el mundo y es más poderosa que cualquier reino
de la tierra.
Dios anunció que al rey Nabucodonosor por haber cometido maldades y ser orgulloso, lo iba a volver
loco. Nabucodonosor le pidió a Daniel que le rogara a Dios que le cambiara
el castigo por alguna obra buena, y el Señor le dijo que para librarse de los castigos tenía que dar
limosnas a los pobres.
El rey Baltasar cometió el pecado de emplear los cálices sagrados del altar de Dios para tomar licor
en una fiesta, y estando en esto apareció una mano misteriosa que escribía
tres palabras en la pared: Mene, Tequel, Uparsin. El rey se asustó mucho y el profeta Daniel le
explicó: "Mene significa pesado. Es que Dios ha pesado sus obras y han resultado
faltas de peso para recibir premios. Tequel significa medido. Dios midió sus obras y no dan la
medida para recibir gloria. Uparsin significa dividido. Es que su reino será dividido
y pasado a otros".
Y esa misma noche llegaron los enemigos del reino y mataron a Baltasar y dividieron su reino y lo
pasaron a los persas.
Daniel fue un profeta tan estimado que pudo corregir a los mismos jefes de gobierno de su tiempo y
sus correcciones fueron recibidas con buena voluntad. Ante el pueblo apareció
siempre como un hombre iluminado por Dios y de una conducta ejemplar y como un creyente de una
profunda piedad y devoción.
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