peregrinar, temerosos de la inminente escasez de comida, y quizás ya debilitados por las privaciones, comenzaron a echar de menos la abundancia de los días de su estancia
en Egipto, y murmuraron contra Moisés y Aarón. Pero Dios envió inmediatamente a ambos líderes a aplacar sus murmuraciones con la promesa de una doble señal del cuidado
y la Divina Providencia de Dios para con su pueblo. Las codornices vinieron esa misma tarde, y a la mañana siguiente el maná, el nuevo pan celestial con el que Dios alimentaría
a su pueblo en el desierto, aparecía por primera vez alrededor del campamento. A Aarón se le ordenó guardar un gomor de maná y colocarlo en el tabernáculo en memoria de
aquel hecho maravilloso. Ésta es la primera ocasión en la que oímos hablar de Aarón en referencia al tabernáculo y a las funciones sagradas (Ex. 16). En Refidim, la tercera
parada después del desierto de Sin, Israel se encontró con los amalecitas y luchó contra ellos. Mientras los hombres escogidos por Moisés batallaban en la llanura, Aarón y Jur
estaban con Moisés en la cima del monte, donde este último se había retirado a orar, y cuando "Moisés tenía alzadas las manos, prevalecía Israel; pero cuando las bajaba, prevalecía
Amalec. Se le cansaron las manos a Moisés, y entonces ellos tomaron una piedra y se la pusieron debajo, y él se sentó sobre ella; mientras Aarón y Jur le sostenían las manos,
uno a un lado y otro al otro” hasta que Amalec se dio a la huída (Ex. 17). En el valle del Monte Sinaí los hebreos recibieron los Diez Mandamientos; entonces Aarón, junto con setenta
de los ancianos de Israel, subieron a la montaña para ser favorecidos con una visión del Todopoderoso, "y vieron al Dios de Israel, y bajo sus pies había como un pavimento
de zafiro, tan puro como el mismo cielo cuando esta claro." Entonces Moisés habiendo confiado a Aarón y Jur la función de resolver las dificultades que podrían surgir, subió a
la cima del monte.
Finalmente, su larga ausencia excitó en las mentes de los israelitas el miedo de que Moisés hubiese perecido. Se reunieron alrededor de Aarón y le pidieron que les hiciera un
dios visible que marchara delante de ellos. Aarón dijo: "Tomad los pendientes de oro de las orejas de vuestras esposas, de vuestros hijos e hijas, y me los traéis." Cuando los
hubo recogido, hizo con ellos un becerro de oro fundido ante el que construyó un altar, y se congregaron los hijos de Israel para honrar a su nuevo dios. ¿Cuál fue la intención
de Aarón al preparar el becerro de oro? Ha sido un tema arduamente discutido si él y el pueblo realizaron un acto de idolatría formal, o más bien deseaban levantar una imagen
visible de Yahveh su salvador; sin embargo, los textos parecen apoyar la última opinión(Cf. Ex. 32,4). Sea como fuere, Moisés, por orden de Dios, bajó de la montaña en medio
de la celebración, y a la vista de la aparente idolatría se llenó de una santa ira; rompió las Tablas de la Ley, agarró el ídolo, lo quemó y lo molió hasta reducirlo a polvo, qué esparció
en el agua. Entonces, dirigiéndose a su hermano como el verdadero autor y responsable del mal, le dijo: "¿Que te hizo este pueblo para que hayas traído sobre él tan gran
pecado?" (Ex. 32,21). A este reproche tan bien merecido, Aarón sólo dio una respuesta vergonzosa, y sin duda él habría sufrido el castigo por su crimen junto con los tres mil
hombres (así con la mejor autoridad textual, aunque la Vulgata dice trescientos veinte mil) que fueron muertos por los levitas por orden de Moisés (Ex. 32,28), si este último no
hubiese orado por él y disipado la ira de Dios (Deuteronomio 9,20).
A pesar del pecado, Dios no alteró la elección que había hecho de Aarón (Hebreos 5,4) para que fuese el primer sumo sacerdote de Israel. Cuando llegó el momento, Moisés lo
consagró para sus sublimes funciones, según el ritual dado en Éxodo 29; del mismo modo fueron consagrados al servicio divino Nadab, Abihú, Eleazar e Itamar, los hijos de
Aarón. Luego veremos qué significaba el sumo sacerdocio y con cuáles ritos se confería. El mismo día de la consagración de Aarón, Dios indicó con un ejemplo terrible con
qué perfección debían realizarse las funciones sagradas. En la ofrenda del incienso, Nadab y Abihú pusieron un fuego profano en sus incensarios y lo ofrecieron ante el Señor,
después de lo cual salió una llama de la presencia de Yahveh que los abrasó hasta morir, y fueron retirados de delante del santuario vestidos con sus túnicas sacerdotales y echados
fuera del campamento. Aarón, cuyo corazón estaba lleno de temor y afligido por esta escena terrible, también descuidó una ceremonia importante; pero su excusa satisfizo
totalmente a Moisés y muy probablemente al propio Dios, pues no recibió ningún castigo por su olvido (Lev.10; Núm. 3,4; 26,61).
En el capítulo 16 de Levítico le vemos realizando los ritos del día de la expiación---del mismo modo le fueron transmitidos los preceptos acerca de los sacrificios y los sacrificadores,
(Lev. 17; 21; 22). Unos meses después, cuando los hebreos acamparon en Jaserot, la segunda parada después del Monte Sinaí, Aarón cometió una nueva falta: él y María
"murmuraron contra Moisés por causa de la mujer kusita que había tomado por esposa. Decían ¿Es que Yahveh no ha hablado más que con Moisés?" (Núm. 12). Del pasaje
entero, sobre todo del hecho que sólo María fue castigada, se ha conjeturado que el pecado de Aarón posiblemente fue sólo la aprobación de los comentarios de su hermana;
quizás también se imaginó que su elevación al sumo sacerdocio lo había librado de toda la dependencia de su hermano. Sea cual fuere el caso, ambos fueron convocados por
Dios ante el tabernáculo para oír un severo reproche. María, además, fue cubierta de lepra; pero Aarón en nombre de ambos, se disculpó ante Moisés, quien a su vez pidió a Dios
que sanase a María. Hasta cierto punto, Aarón había repudiado la dignidad de Moisés.
Igualmente las prerrogativas de Aarón habían despertado los celos de algunos de los hijos de Rubén, quienes excitaron incluso la envidia de los otros levitas. Los oponentes,
cerca de doscientos cincuenta, hallaron un líder en Coré, un sobrino de Moisés y Aarón, en Datán, Abirón y On, de la tribu de Rubén (vea Coré, Datán y Abirón). El terrible castigo
de los rebeldes y sus jefes, que al principio asombró al pueblo, pronto hizo surgir su cólera y avivó el espíritu de revuelta contra Moisés y Aarón, quienes se refugiaron en el tabernáculo.
Tan pronto entraron en él “la [[gloria del Señor se apareció. Y el Señor le dijo a Moisés: Alejaos de esa comunidad porque voy a consumirlos” (Números 16,43-45).
De hecho, un fuego ardiente hizo estragos en el pueblo y mató a muchos. De nuevo Aarón, por orden de Moisés, sostuvo su incensario en su mano, se paró entre los muertos y
los vivos para orar por el pueblo, y la plaga cesó.
La autoridad del sumo sacerdote, fuertemente confirmada ante el pueblo, probablemente permaneció indiscutida desde entonces. Sin embargo, Dios deseó dar un testimonio
nuevo de su predilección. Le ordenó a Moisés tomar y poner en el tabernáculo las varas de los príncipes de las Doce Tribus, con el nombre de cada hombre escrito en su vara.
La vara de la tribu de Leví debía de llevar el nombre de Aarón: “el hombre cuya rama retoñe será el que yo elijo," dijo el Señor. "Al día siguiente, cuando entró Moisés en la
Tienda del Testimonio, vio que había retoñado la rama de Aarón… le habían brotado yemas, había florecido y había producido almendras.” Todos los israelitas al ver esto entendieron
que la elección de Yahveh estaba en Aarón, cuya vara se colocó en el tabernáculo como testimonio eterno. La Biblia no da detalles sobre los próximos treinta y siete años
de la vida de Aarón; su narrativa sólo se centra en los tres primeros y en los últimos años de la vida errante de los hebreos por el desierto, pero de los hechos antes descritos, podemos
concluir que la vida del nuevo pontífice fue tranquila en el desempeño de sus funciones sacerdotales.
En el primer mes del trigésimo noveno año después del Éxodo, los hebreos acamparon en Cadés, donde María, la hermana de Aarón, murió y fue enterrada. El pueblo estaba
sediento y comenzaron a murmurar contra Moisés y Aarón. Entonces Dios dijo a Moisés: “Toma la vara, y congreguen al pueblo tu y Aarón tu hermano. Hablad luego a la peña
en su presencia, y ella dará sus aguas" (Núm. 20,8). Moisés obedeció y golpeó la piedra dos veces con la vara, para que de ella brotara agua en gran abundancia. Por el Sal.
106(105),33 entendemos que Moisés en estas circunstancias fue desconsiderado con sus palabras, quizás cuando dudó si él y Aarón podrían sacar agua de una peña. De todos
modos Dios mostró su desagradado a los dos hermanos y declaró que ellos no entrarían con el pueblo en la Tierra Prometida. En el caso de Aarón, esta palabra divina tuvo su
cumplimiento cuatro meses después. Cuando los hebreos llegaron al Monte Hor, en las fronteras de Edom, Dios le anunció a Moisés que el último día de su hermano había llegado,
y le ordenó que lo llevara a la montaña. A la vista de todo el pueblo, Moisés subió con Aarón y con el hijo de éste, Eleazar. Entonces Moisés despojó a Aarón de todas sus vestiduras
sacerdotales y se las puso a Eleazar, y Aarón murió. Moisés y Eleazar bajaron del monte y toda la multitud hizo un duelo de treinta días por Aarón. Los musulmanes
honran en Djebel Nabi-Haroun un monumento al que llaman la tumba de Aarón; sin embargo, la autenticidad de este sepulcro no es totalmente cierta.
De su matrimonio con Isabel, la hermana de Najsón, le nacieron cuatro hijos a Aarón. Los dos primeros, Nadab y Abihú, murieron sin dejar posteridad, pero la descendencia de
los otros dos, Eleazar e Itamar, fue muy numerosa. Ninguno de ellos, sin embargo, honró la sangre de Aarón tanto como San Juan el Bautista que, además de ser el precursor del
Mesías, fue proclamado por la Palabra hecha Carne "el más grande de los nacidos de mujer" (Mateo 11,11).
Fuente: www.santopedia.com/
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