Nació hacia el año 588. Aprendiz de platero, pasó a la corte gala para servir como tal, ascendiendo
en influencia debido a su inteligencia. El rey Dagoberto pensó que era el hombre ideal
para solucionar el antiguo contencioso que tenía con el vecino conde de Bretaña, lo envió
como legado y acertó en la elección por el resultado favorable que obtuvo. No es extraño que
Eloy o Eligio pasara a ser solicitado como consejero de la Corona. Patrocinó la abadía de Solignac,
a sus expensas nacieron otros en el Lemosin y, en París, la iglesia de San Pablo. Ordenado
sacerdote, fue consagrado obispo de Noyon y de Tournay y estuvo presente en el concilio
de Chalons-sur-Seine, del 644. Este artífice de los metales nobles y de las gemas preciosas que
no se dejó atrapar por la idolatría a las cosas perecederas ha sido adoptado como patrono de
los orfebres, plateros, joyeros, metalúrgicos y herradores.
El hijo de Euquerio y de Terrigia parece que desde el comienzo de su existencia estuvo bajo el signo de la predilección
divina. Así lo asegura la leyenda de su vida. - Martirologio romano
Despierto de inteligencia y hábil en el empleo de sus manos. Aprendiz de platero de los de antes, es decir, de los
que tienen que martillear el metal para sacarle de las entrañas la figura que el artista tiene en su mente.
Tanta destreza adquirió que el rey Clotario II, su hijo Dagoberto luego y su nieto Clovis II después, lo tuvieron
como propio en la corte para los trabajos que en metales preciosos naturalmente necesitan los de sangre azul que
viven en palacios y tienen que solventar compromisos sociales, políticos y hasta militares con sus iguales.
Nombre:
Eloy (Masculino)
Celebran:
Eloy
Nació:
En Noyon, en el actual Francia
Falleció:
En Noyon, en el actual Francia
Celebración:
1 de diciembre
Pero lo que llamó poderosamente la atención de estos principales del país galo no fue sólo su arte. Eso fue el punto de arranque. Luego fue el descubrimiento de su entera personalidad
profundamente honrada. Un hombre cabal. De espíritu recto. Cristiano más de obras que de nombre. Piadoso en su soledad y coherente en la vida. Prudente en las palabras
y ponderado en los juicios. Un sujeto poco frecuente en sus tiempos atiborrados de violencia.
El rey Dagoberto, considerando los pros y contras, pensó que era el hombre ideal para solucionar el antiguo contencioso que tenía con el vecino conde de Bretaña, lo envió como
legado y acertó en la elección por el resultado favorable que obtuvo. No es extraño que Eloy o Eligio pasara a ser solicitado como consejero de la Corona.
Aparte de sus sinceros rezos privados y del reconocimiento de su indignidad ante Dios —cosa que le dignificaban como hombre—, supo compartir con los necesitados los dineros
que recibía por su trabajo. Patrocinó la abadía de Solignac, a sus expensas nacieron otros en el Lemosin y, en París, la iglesia de San Pablo.
No es sorprendente que al morir el obispo de Noyon y de Tournay, el pueblo tuviera sensibilidad para desear el desempeño de esa misión a Eloy y, menos sorprendente aún, que
el rey Clovis pusiera toda su influencia al servicio de esa causa. Casi hubo que forzarle a aceptar. Ordenado sacerdote y a continuación consagrado obispo, se dedicó a su misión
pastoral con el mejor de los empeños en los diecinueve años que aún el Señor le concedió de vida. Fueron frecuentes las visitas pastorales, se mostró diligente en el trato con
los sacerdotes, se tiene por ejemplar su disciplina de gobierno y esforzado en la superación de las dificultades para extender el Evangelio allí donde rebrotaba la idolatría pagana
o echaban raíces los vicios de los creyentes. Hasta estuvo presente en el concilio de Chalons-sur-Seine, del 644.
Este artífice de los metales nobles y de las gemas preciosas que no se dejó atrapar por la idolatría a las cosas perecederas ha sido adoptado como patrono de los orfebres, plateros,
joyeros, metalúrgicos y herradores. Ojalá los que asiduamente tienen entre sus manos las joyas que tanto ambicionan los hombres sepan sentirse atraídos por los bienes que no
perecen.